domingo, 18 de agosto de 2013

Somos una familia, solo en vacaciones.


Las estadísticas dicen que este año debido a la crisis, un mayor número de familias, han pasado de campamentos y largos viajes, para permanecer juntos y desarrollar actividades con tíos, abuelos, primos y contribuyendo a estrechar los lazos familiares, que tan positivos son para el desarrollo del niño.

Ahora retomamos la rutina de horarios africanos, prisas, agendas y todo tipo de impedimentos para que la vida diaria no sea tan entretenida como lo fue en vacaciones. Muchos niños se encuentran ahora con una soledad que habían olvidado temporalmente y que de nuevo deben sobrellevar.
Y es aquí, en este aspecto, donde debemos hacer incapié los padres para evitar el aislamiento progresivo de nuestros hijos, ya sean pequeños o adolescentes, ambos sufre las consecuencias igualmente.
Regresamos cansados y sin tiempo para dedicarles, el rechazo al que les sometemos es continuo, y lo peor es que no nos damos cuenta.
Los padres nos quejamos diciendo que "mi hijo ya no me cuenta nada", o mejor aún "se mete en su cuarto y sabe Dios que hará". Y deberíamos preguntar, ¿cuanto hace que no hablas con él/ella?, ¿cuanto hace que no me preocupo de lo que hace?. Todo esto en cuanto a los mayores, pero con los pequeños el asunto pasa por no jugar con ellos o no estar atento a sus demandas.

Debemos buscar el tiempo necesario, que sepan que estamos ahí siempre, cuando son pequeños y cuando dejan de serlo, que nos preocupamos por su vida, por su desarrollo, por su bienestar, por su felicidad.
Debemos ser conscientes de que si les fallamos y pierden la confianza en nosotros como padres, la responsabilidad de lo que ocurra en sus vidas sera únicamente nuestra.


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